Thursday, July 21, 2005

Los cuervos también sueñan

Realmente est blog lo he creado por casualidad. Simplemente quería hacer un comentario en el blog de Terrax, mi media birra, y, como no deja hacer comentarios anóminos, me he tenido que crear uno. Daba la casualidad que de un tiempo a esta parte, tenía intención de hacer una compilación de aquellos sueños importantes que he tenido, así como aquellos venideros que tuvieran algún interés para mí. Empezaré por sueños atrasados, que espero mi memoria no haya trastocado de un modo irreversible, y me he propuesto ponerles títulos. He de decir que en mi vida sólo he tenido 3 pesadillas (y sólo 1 es digna de mención, pues las otras responden a temores infantiles de cuando era muy pequeña); el resto de mis sueños, aunque a muchos les podrían parecer pesadillas, a mí no me lo parecieron ni me lo parecen, simplemente son "aventuras".
Y, para inaugurar esto... empezaremos pisando fuerte: El Sueño más importante y maravilloso de mi vida. Sucedió hace como 1 ó 2 años. Sé que quería decirme algo...

HAY UN TESORO EN MI INTERIOR
Los sueños son extraños, incoherentes, llenos de misterios y de incongruencias... y allí estaba yo, desembarcando en América, en pleno inicio de la Edad Moderna, dispuesta, junto con la tripulación del barco en el que viajaba, a descubrir los tesoros que aquella tierra recién descubierta ocultaba tras las playas. No recuerdo exactamente la fecha ni con quién iba. Tal vez nunca lo supe. El caso es que era así. Lo mágico que tienen los sueños es que no te preguntás el porqué mientras te encuentras inmerso en ellos.
Era de día cuando pisé la estrecha franja de arena blanca que nos separaba de la selva. Nos abrimos paso entre la maraña verde, buscando un templo, que debía encontrarse al otro lado. De esta parte no recuerdo mucho, sólo que cuando salimos de ella era de noche y nos encontrábamos en un inmenso valle. Me quedé extasiada contemplando lo que me rodeaba. Al fondo del valle se distinguía la negra silueta de unas montañas, que se recortaban en el horizonte. Nuestro objetivo se encontraba detrás de ellas, pero para llegar allí había que atravesar el valle. Éste estaba cubierto de agua. Era un río poco profundo (cubría hasta los tobillos) y ocupaba todo el valle. Tal vez de día no hubiera parecido gran cosa, pero era una noche sin nubes, y en el cielo brillaban más estrellas de las que jamás había visto juntas, y, tanto la sombra de las montañas como la cúpula celeste se reflejaba en las aguas, que fluían tranquilamente entre las rocas del lecho.
Me quedé impresionada y fui incapaz de moverme durante un buen rato. Había estrellas sobre mi cabeza y bajo mis pies. El agua corría entre mis dedos (iba descalza) y emitía un debíl murmullo, como si cantara. Uno de mis compañeros me sacó de mi ensoñación y me dijo que debíamos darnos prisa, puesto que había que llegar al templo antes del amanecer, o el tesoro se perdería. Me puse en marcha, cuidando de no resbalar en las húmedas piedras.
Por los visto las montañas estaban más cerca de lo que parecía, porque en seguida llegamos. Atravesamos un desfiladero (a todo esto íbamos sin antorchas ni nada, sólo iluminados por las estrellas) y por fin llegamos a un portal excavado en la roca al pie de una de ellas. La puerta estaba entreabierta, y dejaba ver unas escaleras que descendían, iluminadas por una cálida luz dorada. Allí había una especie de monje: era el custodio del templo, que no era sino una inmensa biblioteca. Le seguí un breve tramo de escaleras, hasta que estas se bifurcaron. No recuerdo qué había a la izquierda, porque yo me metí en una sala llena de estanterías viejísimas a la derecha. En ellas amontonaban polvo cientos de volúmenes antiquísimos. Era una sala tan inmensa que no veía el final, oculto en las sombras. Tan sólo traspasé el dintel, pues el monje se volvió de repente y me mostró un cofre que contenía dos hojas de papel, una rosa y otra amarilla, y me dijo algo más o menos así:
- Aquí hay algo muy importante. Algo que te hará feliz en la vida.
Me entregó los papeles y los leí. Tan sólo eran dos frases, de muy pocas palabras cada una. Metí los documentos en el cofre y me dispuse a salir. Pero cuando fui a traspasar la puerta que salía del templo, el suelo empezó a temblar. Ví cómo caía arenilla del techo, como si el lugar fuera a derrumbarse, pero cada vez que trataba de traspasar la puerta, algo me lo impedía. Escuché voces, no sé si del monje, o de los compañeros, que había olvidado. Pero las voces eran claras: "Deja el cofre en el templo. Aún no es el momento".
Yo no quería dejarlo allí, era muy importante para mí, pero no me quedaba más remedio y así hice. La puerta se cerró tras de mí, y no volvió a abrirse.
Entonces desperté. No recuerdo qué ponía en aquellos papeles. Tan sólo unas pocas palabras. Pero no es el momento. Aún no ha llegado la hora de recordarlas.

Heriss.

3 Comments:

Blogger Earendil said...

Sin duda.
Bienvenida a la blogosfera preciosa Heriss. Te ha costado pero al final has caido ;).

Me contaste este sueño una noche en mi casa mientras fumábamos una pipa de agua. Me pareció hermosísimo, y ahora que lo he visto escrito me he puesto a recordar cantidad de cosas.

Eres la mejor. Un besazo.

2:47 AM  
Blogger Earendil said...

Ah, si quieres que te enlace desde mi blog solamente tienes que decirlo ;)

2:49 AM  
Blogger Terrax said...

Con lo que me jode no saber las cosas y este sueño tiene misteriosas frases aún no pronunciadas. "Es usted una caja de sorrprresas señorrita Sebastián..." - diría el Gimli "peterjacksoniano"

7:06 AM  

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