El Cuervo y la Muerte (aviso: entrada hiperfriki)
Una de las cosas más curiosas que me ocurren cuando duermo, es la aparición de ciertos elementos recurrentes. El más frecuente es el vuelo, seguido de persecuciones, que generalmente acaban conmigo volando. Otro de dichos elementos es la consciencia. En el 50% de los casos me doy cuenta de que estoy soñando. Eso me da un margen de libertad y control sobre mis sueños que me permite hacer lo que me da la real gana en esos momentos y disfrutar al máximo de ellos, así como modificarlos si lo que sucede no me gusta. Digamos que son una especie de tira y afloja con mi subconsciente. Así es normal que apenas tenga pesadillas... aunque por contra esas situaciones no me producen descanso, desgraciadamente.
El sueño de hoy es bastante singular, por el hecho de que el escenario de dicho sueño se ha repetido más de tres veces (con ligeras variaciones). No sería nada del otro mundo si no fuera porque no he estado nunca allí, y porque todos los casos tenían algo que ver con la Edad Media (aunque no siempre estaba en esa época, una vez me encontraba en una feria medieval). Sin embargo, toda teoría sobre sueños basados en vidas anteriores y majaderías de esas acaba tirada por tierra, ya que el lugar de mis sueños es fantástico. Lo afirmo basándome en la imposible arquitectura de algunas calles y edificios del pueblo con el que tantas veces sueño.
Sólo poseo recuerdos claros del último que tuve (de los demás sólo podría contar algunas cosas sueltas, por lo que no merece la pena). Y también es bastante friki, ya que a mitad del sueño resultó que me hallaba en mitad de una partida de rol en vivo. Normal, aún no había sido el evento de EFEYL de verano, y desde Abril había pasado mucho tiempo, y tenía mono. Por cierto, en este sueño también vuelo.
HERISS CROW
Era finales de invierno, y me econtraba en un pueblo. No había nieve, pero el día era frío y lloviznaba ligeramente. El cielo estaba gris, y el pueblo era sombrío, casi tétrico. Sin embargo, las veces que lo he visitado en sueños no he sentido temor, sino más bien curiosidad. Los edificios eran de piedra muy gastada, así como la calzada. Había muchas casas en ruinas. Era un lugar muy viejo.
Yo avanzaba por la calle principal, cuesta arriba, hacia la iglesia, un edificio en ruinas y cuyo interior he visitado en otros sueños. Detrás de mí había un funeral. Ellos también se dirigían hacia allí. Apresuré mi paso, pues quería entrar antes de que se llenara el lugar de gente. La calle cada vez era más empinada y me esforcé más para llegar a tiempo. La iglesia se encontraba al final de la calle. Justo detrás de ella había un gran precipicio, pero no uno cualquiera pues, al fondo, a unos cien metros de profundidad, las calles de la ciudad continuaban. Allí era todo más sombrío todavía, y nadie se atrevía a bajar, pues se decía que estaba abandonado y ruinoso, además de su difícil acceso, ya que el único modo de llegar allí era bajando por las verticales paredes de la sima.
Al llegar a la iglesia, la Muerte se encontraba allí. En un primer momento pensé que estaba esperando al muerto que la gente traía detrás de mí. Pero no. Me esperaba a mí. No era la Muerte que todos conocemos. No era una señora de esqueleto y túnica negra, no era la Muerte que siempre habla en mayúsculas, ni siquiera la Muerte de las ratas. Tampoco era Duriner. Era como una sombra, una túnica negra sin un cuerpo debajo, como si absorviera todo a su alrededor y escupiera la nada. No tenía rostro, ni manos, a pesar de llevar una espada que parecía de hielo. Tampoco tenía voz, ni se comunicaba por telepatía. Simplemente sabía qué era lo que pensaba.
La muerte extendió sus brazos hacia mí y yo decidí hacerme la despistada. Ya sé que es una forma de quitarle romanticismo o tensión al momento, pero es que no sentía miedo y realmente ocurrió así. Di unos pasos hacia atrás, hacia el abismo, mientras él (sí, en mis sueños, así como en Mundodisco, la Muerte es una entidad masculina) se acercaba a mí. Entonces, me dejé caer al vacío, pensando que la Muerte no se atrevería a bajar allí.
Descendí muchos metros, con el aire golpeándome violentamente la cara y los ropajes negros que llevaba. Empecé a ver en ambas paredes de la sima como balconadas cubiertas de plantas de hojas muy oscuras, pilares, columnas, pasillos... Era una especie de monasterio excavado en ambas paredes. Apoyado en una barandilla había un tipo, de negro también, que empezó a dispararme con una ballesta. Me alarmé. Tenía que ponerme a cubierto si no quería ser alcanzada por un proyectil. Es curioso, no me preocupaba caer al suelo (todavía seguía descendiendo), pero sí los dardos del de la ballesta, que debía ser de repetición, por la cantidad de flechas que me estaba tirando.
Entonces, al más puro Spiderman (pero sin telaraña) me pegué a la pared opuesta, anduve unos pasos (como las moscas, igualito) y me escondí detrás de una barandilla idéntica a la suya, pero en la pared de enfrente y algunos metros más abajo. El tío siguió disparando y yo le respondí con una miniballesta que casualmente encontré allí tirada. Hicimos un intercambio de flechas hasta que nos cansamos. Cuando él paró, volví a descender, esta vez saltando de balcón en balcón, hasta llegar al suelo de un gran salto.
Aterricé en cuclillas en el suelo delante de varias personas de negro. Pensé que me atacarían, pero sus caras eran sonrientes. Me fijé entonces en mis ropas, nada normales, pues para empezar estaba cubierta por un inmenso manto de plumas negras y la calavera de un ave gigantesca sobre mi cabeza, y vi que ellos vestían de forma similar. "Es mi clan", pensé (friki, ¿eh?).
Corrí por las calles hasta llegar a una plaza con la misma estética que el pueblo (de piedra, vieja y sombría). Allí había mucha gente, enfrascada en una melé. Y me metí en todo el medio. El sueño sufrió aquí un pequeño cambio. Se había convertido en un rol en vivo, pues las armas no hacían daño, se lanzaban conjuros, y la gente fingía los golpes (joder, qué utopía). Yo me empecé a pegar con uno, pero tenía un escudo de mago que me hacía inmune a cualquier golpe y no me hacía daño. Hasta que un hechicero se dio cuenta y me lo quitó. Entonces me empezaron a caer hostias a mansalva. Escuché a uno gritar: "Eh, vamos a por ella, que es el personaje más petado y tiene más poder y puntos de vida que nadie". Y a lo tonto me dejaron a cero. Pero llegó un mago y me curó. Yo se lo quise agradecer, pero entre tanta gente y tanto follón le perdí de vista. Yo seguí enfrascada en la pelea hasta que sonó el despertador y tuve que irme a trabajar con la intriga de cómo acabaría ese sueño. ¡Ay! La cantidad de sueños que se truncan y nunca sabremos su final por culpa del despertador. Es como dejar una peli a medias. Es cruel.
Heriss
El sueño de hoy es bastante singular, por el hecho de que el escenario de dicho sueño se ha repetido más de tres veces (con ligeras variaciones). No sería nada del otro mundo si no fuera porque no he estado nunca allí, y porque todos los casos tenían algo que ver con la Edad Media (aunque no siempre estaba en esa época, una vez me encontraba en una feria medieval). Sin embargo, toda teoría sobre sueños basados en vidas anteriores y majaderías de esas acaba tirada por tierra, ya que el lugar de mis sueños es fantástico. Lo afirmo basándome en la imposible arquitectura de algunas calles y edificios del pueblo con el que tantas veces sueño.
Sólo poseo recuerdos claros del último que tuve (de los demás sólo podría contar algunas cosas sueltas, por lo que no merece la pena). Y también es bastante friki, ya que a mitad del sueño resultó que me hallaba en mitad de una partida de rol en vivo. Normal, aún no había sido el evento de EFEYL de verano, y desde Abril había pasado mucho tiempo, y tenía mono. Por cierto, en este sueño también vuelo.
HERISS CROW
Era finales de invierno, y me econtraba en un pueblo. No había nieve, pero el día era frío y lloviznaba ligeramente. El cielo estaba gris, y el pueblo era sombrío, casi tétrico. Sin embargo, las veces que lo he visitado en sueños no he sentido temor, sino más bien curiosidad. Los edificios eran de piedra muy gastada, así como la calzada. Había muchas casas en ruinas. Era un lugar muy viejo.
Yo avanzaba por la calle principal, cuesta arriba, hacia la iglesia, un edificio en ruinas y cuyo interior he visitado en otros sueños. Detrás de mí había un funeral. Ellos también se dirigían hacia allí. Apresuré mi paso, pues quería entrar antes de que se llenara el lugar de gente. La calle cada vez era más empinada y me esforcé más para llegar a tiempo. La iglesia se encontraba al final de la calle. Justo detrás de ella había un gran precipicio, pero no uno cualquiera pues, al fondo, a unos cien metros de profundidad, las calles de la ciudad continuaban. Allí era todo más sombrío todavía, y nadie se atrevía a bajar, pues se decía que estaba abandonado y ruinoso, además de su difícil acceso, ya que el único modo de llegar allí era bajando por las verticales paredes de la sima.
Al llegar a la iglesia, la Muerte se encontraba allí. En un primer momento pensé que estaba esperando al muerto que la gente traía detrás de mí. Pero no. Me esperaba a mí. No era la Muerte que todos conocemos. No era una señora de esqueleto y túnica negra, no era la Muerte que siempre habla en mayúsculas, ni siquiera la Muerte de las ratas. Tampoco era Duriner. Era como una sombra, una túnica negra sin un cuerpo debajo, como si absorviera todo a su alrededor y escupiera la nada. No tenía rostro, ni manos, a pesar de llevar una espada que parecía de hielo. Tampoco tenía voz, ni se comunicaba por telepatía. Simplemente sabía qué era lo que pensaba.
La muerte extendió sus brazos hacia mí y yo decidí hacerme la despistada. Ya sé que es una forma de quitarle romanticismo o tensión al momento, pero es que no sentía miedo y realmente ocurrió así. Di unos pasos hacia atrás, hacia el abismo, mientras él (sí, en mis sueños, así como en Mundodisco, la Muerte es una entidad masculina) se acercaba a mí. Entonces, me dejé caer al vacío, pensando que la Muerte no se atrevería a bajar allí.
Descendí muchos metros, con el aire golpeándome violentamente la cara y los ropajes negros que llevaba. Empecé a ver en ambas paredes de la sima como balconadas cubiertas de plantas de hojas muy oscuras, pilares, columnas, pasillos... Era una especie de monasterio excavado en ambas paredes. Apoyado en una barandilla había un tipo, de negro también, que empezó a dispararme con una ballesta. Me alarmé. Tenía que ponerme a cubierto si no quería ser alcanzada por un proyectil. Es curioso, no me preocupaba caer al suelo (todavía seguía descendiendo), pero sí los dardos del de la ballesta, que debía ser de repetición, por la cantidad de flechas que me estaba tirando.
Entonces, al más puro Spiderman (pero sin telaraña) me pegué a la pared opuesta, anduve unos pasos (como las moscas, igualito) y me escondí detrás de una barandilla idéntica a la suya, pero en la pared de enfrente y algunos metros más abajo. El tío siguió disparando y yo le respondí con una miniballesta que casualmente encontré allí tirada. Hicimos un intercambio de flechas hasta que nos cansamos. Cuando él paró, volví a descender, esta vez saltando de balcón en balcón, hasta llegar al suelo de un gran salto.
Aterricé en cuclillas en el suelo delante de varias personas de negro. Pensé que me atacarían, pero sus caras eran sonrientes. Me fijé entonces en mis ropas, nada normales, pues para empezar estaba cubierta por un inmenso manto de plumas negras y la calavera de un ave gigantesca sobre mi cabeza, y vi que ellos vestían de forma similar. "Es mi clan", pensé (friki, ¿eh?).
Corrí por las calles hasta llegar a una plaza con la misma estética que el pueblo (de piedra, vieja y sombría). Allí había mucha gente, enfrascada en una melé. Y me metí en todo el medio. El sueño sufrió aquí un pequeño cambio. Se había convertido en un rol en vivo, pues las armas no hacían daño, se lanzaban conjuros, y la gente fingía los golpes (joder, qué utopía). Yo me empecé a pegar con uno, pero tenía un escudo de mago que me hacía inmune a cualquier golpe y no me hacía daño. Hasta que un hechicero se dio cuenta y me lo quitó. Entonces me empezaron a caer hostias a mansalva. Escuché a uno gritar: "Eh, vamos a por ella, que es el personaje más petado y tiene más poder y puntos de vida que nadie". Y a lo tonto me dejaron a cero. Pero llegó un mago y me curó. Yo se lo quise agradecer, pero entre tanta gente y tanto follón le perdí de vista. Yo seguí enfrascada en la pelea hasta que sonó el despertador y tuve que irme a trabajar con la intriga de cómo acabaría ese sueño. ¡Ay! La cantidad de sueños que se truncan y nunca sabremos su final por culpa del despertador. Es como dejar una peli a medias. Es cruel.
Heriss