Friday, September 09, 2005

El Cuervo y la Muerte (aviso: entrada hiperfriki)

Una de las cosas más curiosas que me ocurren cuando duermo, es la aparición de ciertos elementos recurrentes. El más frecuente es el vuelo, seguido de persecuciones, que generalmente acaban conmigo volando. Otro de dichos elementos es la consciencia. En el 50% de los casos me doy cuenta de que estoy soñando. Eso me da un margen de libertad y control sobre mis sueños que me permite hacer lo que me da la real gana en esos momentos y disfrutar al máximo de ellos, así como modificarlos si lo que sucede no me gusta. Digamos que son una especie de tira y afloja con mi subconsciente. Así es normal que apenas tenga pesadillas... aunque por contra esas situaciones no me producen descanso, desgraciadamente.
El sueño de hoy es bastante singular, por el hecho de que el escenario de dicho sueño se ha repetido más de tres veces (con ligeras variaciones). No sería nada del otro mundo si no fuera porque no he estado nunca allí, y porque todos los casos tenían algo que ver con la Edad Media (aunque no siempre estaba en esa época, una vez me encontraba en una feria medieval). Sin embargo, toda teoría sobre sueños basados en vidas anteriores y majaderías de esas acaba tirada por tierra, ya que el lugar de mis sueños es fantástico. Lo afirmo basándome en la imposible arquitectura de algunas calles y edificios del pueblo con el que tantas veces sueño.
Sólo poseo recuerdos claros del último que tuve (de los demás sólo podría contar algunas cosas sueltas, por lo que no merece la pena). Y también es bastante friki, ya que a mitad del sueño resultó que me hallaba en mitad de una partida de rol en vivo. Normal, aún no había sido el evento de EFEYL de verano, y desde Abril había pasado mucho tiempo, y tenía mono. Por cierto, en este sueño también vuelo.

HERISS CROW
Era finales de invierno, y me econtraba en un pueblo. No había nieve, pero el día era frío y lloviznaba ligeramente. El cielo estaba gris, y el pueblo era sombrío, casi tétrico. Sin embargo, las veces que lo he visitado en sueños no he sentido temor, sino más bien curiosidad. Los edificios eran de piedra muy gastada, así como la calzada. Había muchas casas en ruinas. Era un lugar muy viejo.
Yo avanzaba por la calle principal, cuesta arriba, hacia la iglesia, un edificio en ruinas y cuyo interior he visitado en otros sueños. Detrás de mí había un funeral. Ellos también se dirigían hacia allí. Apresuré mi paso, pues quería entrar antes de que se llenara el lugar de gente. La calle cada vez era más empinada y me esforcé más para llegar a tiempo. La iglesia se encontraba al final de la calle. Justo detrás de ella había un gran precipicio, pero no uno cualquiera pues, al fondo, a unos cien metros de profundidad, las calles de la ciudad continuaban. Allí era todo más sombrío todavía, y nadie se atrevía a bajar, pues se decía que estaba abandonado y ruinoso, además de su difícil acceso, ya que el único modo de llegar allí era bajando por las verticales paredes de la sima.
Al llegar a la iglesia, la Muerte se encontraba allí. En un primer momento pensé que estaba esperando al muerto que la gente traía detrás de mí. Pero no. Me esperaba a mí. No era la Muerte que todos conocemos. No era una señora de esqueleto y túnica negra, no era la Muerte que siempre habla en mayúsculas, ni siquiera la Muerte de las ratas. Tampoco era Duriner. Era como una sombra, una túnica negra sin un cuerpo debajo, como si absorviera todo a su alrededor y escupiera la nada. No tenía rostro, ni manos, a pesar de llevar una espada que parecía de hielo. Tampoco tenía voz, ni se comunicaba por telepatía. Simplemente sabía qué era lo que pensaba.
La muerte extendió sus brazos hacia mí y yo decidí hacerme la despistada. Ya sé que es una forma de quitarle romanticismo o tensión al momento, pero es que no sentía miedo y realmente ocurrió así. Di unos pasos hacia atrás, hacia el abismo, mientras él (sí, en mis sueños, así como en Mundodisco, la Muerte es una entidad masculina) se acercaba a mí. Entonces, me dejé caer al vacío, pensando que la Muerte no se atrevería a bajar allí.
Descendí muchos metros, con el aire golpeándome violentamente la cara y los ropajes negros que llevaba. Empecé a ver en ambas paredes de la sima como balconadas cubiertas de plantas de hojas muy oscuras, pilares, columnas, pasillos... Era una especie de monasterio excavado en ambas paredes. Apoyado en una barandilla había un tipo, de negro también, que empezó a dispararme con una ballesta. Me alarmé. Tenía que ponerme a cubierto si no quería ser alcanzada por un proyectil. Es curioso, no me preocupaba caer al suelo (todavía seguía descendiendo), pero sí los dardos del de la ballesta, que debía ser de repetición, por la cantidad de flechas que me estaba tirando.
Entonces, al más puro Spiderman (pero sin telaraña) me pegué a la pared opuesta, anduve unos pasos (como las moscas, igualito) y me escondí detrás de una barandilla idéntica a la suya, pero en la pared de enfrente y algunos metros más abajo. El tío siguió disparando y yo le respondí con una miniballesta que casualmente encontré allí tirada. Hicimos un intercambio de flechas hasta que nos cansamos. Cuando él paró, volví a descender, esta vez saltando de balcón en balcón, hasta llegar al suelo de un gran salto.
Aterricé en cuclillas en el suelo delante de varias personas de negro. Pensé que me atacarían, pero sus caras eran sonrientes. Me fijé entonces en mis ropas, nada normales, pues para empezar estaba cubierta por un inmenso manto de plumas negras y la calavera de un ave gigantesca sobre mi cabeza, y vi que ellos vestían de forma similar. "Es mi clan", pensé (friki, ¿eh?).
Corrí por las calles hasta llegar a una plaza con la misma estética que el pueblo (de piedra, vieja y sombría). Allí había mucha gente, enfrascada en una melé. Y me metí en todo el medio. El sueño sufrió aquí un pequeño cambio. Se había convertido en un rol en vivo, pues las armas no hacían daño, se lanzaban conjuros, y la gente fingía los golpes (joder, qué utopía). Yo me empecé a pegar con uno, pero tenía un escudo de mago que me hacía inmune a cualquier golpe y no me hacía daño. Hasta que un hechicero se dio cuenta y me lo quitó. Entonces me empezaron a caer hostias a mansalva. Escuché a uno gritar: "Eh, vamos a por ella, que es el personaje más petado y tiene más poder y puntos de vida que nadie". Y a lo tonto me dejaron a cero. Pero llegó un mago y me curó. Yo se lo quise agradecer, pero entre tanta gente y tanto follón le perdí de vista. Yo seguí enfrascada en la pelea hasta que sonó el despertador y tuve que irme a trabajar con la intriga de cómo acabaría ese sueño. ¡Ay! La cantidad de sueños que se truncan y nunca sabremos su final por culpa del despertador. Es como dejar una peli a medias. Es cruel.

Heriss

Thursday, September 08, 2005

Volando, sin volver atrás

Este es un sueño que tuve hace un mes más o menos. A muchos les podría parecer una pesadilla, pero a mí no me lo parecía cuando estaba inmersa en él. Es más, me pareció estimulante. En la vida puedo ser bastante miedica, sin embargo en los sueños es bastante difícil que me asuste o que lo pase mal. A fin de cuentas, es la única parcela de nuestras vidas que está absolutamente bajo nuestro control, ya sea inconsciente o no. A pesar de que a muchos mis sueños les parezcan inquietantes, para mí no lo son. Tal vez el secreto para no tener pesadillas sea afrontar estos sueños desde el punto de vista de un reto, una aventura. Si no tienes confianza en ti mismo, caerás por el precipicio y te estrellarás contra el suelo, despertándote bañado en sudor. Si la tienes, volarás.

DRÁCULA
Vivía en otra época (es otro de los aspectos recurrentes de mis sueños), tal vez finales del XIX, no lo sé, y me sentí transportada a la historia del Conde Drácula. Todo se desarrolló en mi habitación. Muebles de madera oscura, una cama con dosel y mucho encaje por todas partes (me parece que era blanco y rosa, cursi a más no poder), así era mi cuarto. Ah, sí, y flores, muchas flores de muchos tipos, por todas partes. Yo tenía un camisón blanco con montones de encaje también y tirabuzones en la cabeza (parecía Sisí emperatriz en ropa interior). El caso es que vivía en la época de Drácula, y el vampiro en cuestión estaba causando estragos entre mis allegados (todos ficticios; no aparece ni un sólo conocido en el sueño). Subió un amigo a mi habitación, para avisarme que Drácula había mordido a una amiga. Al poco tiempo había como cuatro personas en mi habitación tristísimas, lamentándose por la pérdida.
Entonces yo me cabreé y grité exhaltada: "Esto no puede continuar así. Habrá que hacer algo, y seré la primera en dar el paso. Estoy harta de que ese Drácula se lleve a la gente. ¡Que venga a por mí si se atreve! ¡Le reto! ¿Que venga a por mí si se atreve! ¡QUE VENGA A POR MÍ SI SE ATREVE!" En realidad, mientras gritaba esta bravuconada, estaba acojonada, y deseaba para mis adentros que no me escuchara, aunque sabía que sí me había oído, y que vendría para responderme. Pero es que tenía que hacerlo. Alguien tenía que intentar hacerle frente. Tebía miedo, sí, pero también sentía cierta obligación, moral y personal, para enfrentarme a él, aunque ello acarreara mi perdición (en la vida real no soy tan valiente).
Entonces una nube verdosa se empezó a formar frente a mí hasta convertirse en el Conde. Uno de los hombres presentes (vestido con traje y sombrero de copa), le arrojó un jarrón, que le atravesó como si nada. El vampiro le miró despectivamente y, acercándose mucho a mí, me dijo: "¿Qué decías?" Yo le miré un poco acojonada (no consigo recordar su rostro), pero no podía echarme atrás; mi orgullo era demasiado fuerte. No podía retar al Conde Drácula y cuando éste se presentara decir que no lo pensaba de verdad. De modo que, a lo hecho, pecho. Y dejé de tener miedo.
Lo que sentí en aquel momento, una vez pensado ya despierta, me sorprende todavía. Sentí un deseo incontrolable de... ¡¡¡LUJURIA!!! No sé si el tipo era guapo o no, pero empecé a desearle, y pensé (palabras textuales): "Venga, híncame ya el diente". Esto... sin comentarios. El sueño se acabó ahí.
Heriss

Wednesday, September 07, 2005

El regreso de la Craus


Estas vacaciones han sido bastante fructíferas en lo que a sueños se refiere, a pesar de no haber escrito nada. Pero es que, vacaciones, vacaciones son, qué carajo. El sueño que voy a contar hoy no es gran cosa, la verdad, pero es bastante curioso, no sólo por lo friki del argumento, sino también por lo surrealista de algunas situaciones, rayanas con lo absurdo, y, por qué no, hilarante. Y es que sólo una mente enferma como la mía podía soñar algo así.

LAS TRES PRUEBAS
Me encontraba preparándome para un torneo en el que debía afrontar varias pruebas. Se celebraba en una especie de circo romano, pero las gradas, en vez de ser de piedra, eran una especie de jardín, y la gente vestía con algo parecido a togas.Yo estaba muy nerviosa; no podía salir en ese estado. Tenía el cuello muy hinchado, como en un caso extremo de bocio, y estaba terriblemente avergonzada. Sin embargo, llegó mi abuela diciendo que eso apenas era nada, que no se notaba (a pesar de que en ese momento tenía el aspecto de un sapo), y que tenía que salir allí e intentar superar las pruebas. A medida que escuchaba sus palabras, la hinchazón fue bajando, hasta que me encontré absolutamente segura de mí misma y bajé.
La primera de las pruebas consistía en apropiarse de una lanza clavada en el suelo en mitad de la arena que tenía una bandera en lo alto. La prueba iba por parejas, y por cada pareja, sólo uno podía conseguirlo, mientras que el otro quedaba eliminado. Pero en dicha prueba estaba todo permitido. De hecho, todos iban armados menos yo, aunque eso no me preocupaba. Lo que realmente me preocupaba eran mis contrincantes, a cual más bestia. Pero hubo uno que me impresionó sobremanera. Se trataba de un enorme toro con armadura y armado hasta los dientes. Un toro, sí, o eso al menos me pareció en un principio. Me pareció que aquel era el contrincante más chungo que había allí, y eso que los había terribles, y quiso la mala suerte que me tocara de pareja en el sorteo.
Nosotros éramos los segundos, de modo que tuve tiempo de ponerme nerviosa, mientras observaba cómo el toro se iba transformando en un hombre enorme, así como tres veces yo. Y reconocí, según miraba su enorme yelmo cornudo, su armadura negra, aquel escudo que parecía una plaza de toros y un hacha con la hoja más grande que mi cabeza, que el tipo aquel me asustaba más así que cuando le había creído un toro.
Pero entonces me acordé de una cosa. Él tenía un hacha enorme, sí, pero yo era una hechicera (y yo que lo había olvidado, qué cosas), y dejó de darme miedo. Poseía las armas suficientes no sólo para vencerle, sino para humillarle y para ganar más puntos. Nada más salir a la arena, empecé a escuchar al público palabras nada animosas para mí. Y era cierto, el tipo aquel era una mala bestia y podía matarme sin duda. Pero yo le lancé un encantamiento y se quedó como atontado. Mi voz se elevó en un canto bellísimo; no decía palabras, sólo música. Sin embargo, en su mente resonaron claras mis órdenes: "Soy tu amiga, no me ataques". Inmediatamente, me llegó su respuesta: afecto e incondicional amistad.
Decidí, para ganarme al público, ordenarle que cogiera la bandera y, postrándose ante mí, me la entregara. Mis órdenes eran claras, pero él no se movía, estaba completamente paralizado. Repetí mi orden, y entonces vi sus ojos, y me llegó su respuesta: "No puedo, soy tu amigo". Entonces comprendí que no le podía pedir eso. A pesar de todo, debía ganar (en ese momento mi supervivencia, de repente, empezó a depender de ello). De modo que señalé a un lugar entre el público, y él giró la cabeza, momento que aproveché para coger la bandera y clavarla junto a mi.
Las primera prueba siguió desarrollándose, pero yo ya no tenía ganas de seguir después de haber traicionado de aquel modo a mi nuevo amigo, de modo que me escapé, y el sueño se vuelve un tanto nebuloso aquí hasta mi regreso al lugar por la noche. La arena ya no estaba, pero era el mismo lugar. Se celebraba una gran fiesta, a la que asistían centenares de enormes y ruidosos bárbaros. Había mesas y bancos interminables y un delicioso olor salía de un enorme edificio, que hacía las veces de cocina. Agazapada entre los arbustos, divisé otro pabellón, con rejas en las ventanas, de las que se escapaba la única luz que iluminaba las caras de los bárbaros. Ellos reían y cantaban con sus voces rudas, y yo estaba asustada mientras me dirigía a escondidas hacia el pabellón de la luz. Pero no me prestaron atención.
Entonces descubrí que habían encerrado en aquella gran habitación a un montón de gente: público, combatientes de la arena... Ellos me pidieron ayuda para escapar. El caso es que yo podía entrar y salir de allí, pero ellos no. Uno de los prisioneros era Julio César, y me contó que el motivo de la alegría de aquellos tipos era que estaban comiendo las patatas de la paz (adoro la gastronomía onírica, nunca deja de sorprenderme), y que en ese momento estaban tan contentos que no pelearían con nadie. Pero dentro de nada, comerían jabalí. Entonces se les pasaría el efecto de las patatas y entrarían allí a matarles.
Decidí hacer algo y me dirigí a la cocina. La última fuente de patatas de la paz salía en ese momento (algunas de las patatas cantaban, dios, qué trauma). Me las ingenié para coger la fuente y derramar su contenido en el vino y esperé los resultados. Al poco tiempo, dormían plácidamente y los prisioneros pudieron escapar.
De repente, una loca con una pistola empezó a perseguirnos. Unos pocos nos separamos del grupo mayor y me encontré subiendo por unas escaleras de madera dentro de una enorme casa antigua. Un poco más abajo, la loca de la pistola, seguía pegando tiros y persiguiéndonos. Entonces la escuché gritar: "Ya habéis superado la segunda prueba y queda la tercera". Inmediatamente, a lo largo de las paredes de las escaleras, descubrimos cuadros de los que estábamos allí presentes. Sobre cada uno de ellos había una vela encendida. La tía esta nos dijo que saldría con vida aquel que consiguiera apagar la vela de su cuadro y además escapara a sus diparos. Entonces nos volvimos como locos. Empezamos a soplar a diestro y siniestro, mientras escuchábamos los disparos cada vez más cerca. Yo apagué otros dos aparte del mío con las prisas y me escondí con Terrax (era uno de los que estaban allí, aunque no le había visto en el resto de las pruebas) en una habitación a oscuras. El resto de la gente siguió subiendo las escaleras y escuché como la loca los perseguía. Habíamos superado la prueba.
Sin embargo, Terrax se encontraba bajo el efecto de las patatas de la paz y empezó a cantar a voz en cuello, atrajendo a la loca de los tiros, que empezó a disparar a ciegas a través de la pared. Yo esquivaba a duras penas, mientras que él se ponía cada vez más contento y bailaba mientras esquivaba balas.
Sin embargo, se le debió acabar la munición, o tal vez se cansó, y pudimos salir. Y subí sóla por las escaleras hasta llegar a un ático que resultó ser la almena de un castillo. Era de noche. Avancé unos pasos, dispuesta a asomarme y disfrutar de la vista, cuando las sombras se convirtieron en mujeres armadas hasta los dientes (esa misma noche había visto Sin City, digo yo que algo tendrá que ver). Me asusté cuando avanzaron hacia mí, pero mis temores resultaron infundados. Una de ellas señaló el cielo estrellado y me dijo: "He ahí tu premio".
Heriss